Berenice Abbott disparaba con su cámara a los convencionalismos y los cambios de la época. Disparaba para retratar un presente efímero, un incipiente futuro y un pasado sobre el que se estaba edificando el mundo en el que le tocaría vivir. Disparaba como forma de rebelarse contra una época que a su alma libre de mujer se le quedaba pequeña. Y hoy, sus imágenes permanecen más vivas que nunca, sirviendo como una ventana a un tiempo pretérito en las ciudades vanguardistas por excelencia -Nueva York y París- sus ciudadanos y sus calles.
Su temprano interés por el periodismo se esfumó rápido, en cuanto encontró el estímulo que necesitaba para despertar la que sería su pasión y su profesión en el Greenwich Village. Probando primero con la escultura y mudándose más tarde a París, Abbott descubre en la fotografía su verdadera vocación, mediante la que desarrolla su curiosidad, centrada en la modernidad de la capital gala de los años 20.
Influenciada profundamente por la obra de Eugène Atget, retrató bajo su foco a artistas de diversas disciplinas con quienes se veía identificada, personajes que no encajaban en los convencionalismos del momento, figuras andróginas y mujeres en poses desafiantes. Unas fotografías en las que su autora, sin saberlo, comenzaba a imprimir su mirada sin tapujos ni filtros de la realidad que la rodeaba.
Ya de regreso a Nueva York, considerada como una figura profesional en el mundo de la fotografía gracias a la personalidad de sus instantáneas, llevará a cabo el proyecto más grande de su obra: la documentación fotográfica del desarrollo y la expansión de La Gran Manzana. Contrapicados de monumentales rascacielos que se elevan hasta el infinito y reducen al sujeto a un ser minúsculo en las calles neoyorquinas, trabajadores de la construcción en sus descansos entre andamios y vigas que se elevan a varios metros de altura o la delicada y desapercibida belleza de la luz que entra por los grandes ventanales de las estaciones de la ciudad son algunas de las escenas que el ojo de Abbott recoge en Changing New York, imprimiendo una delicadeza que humaniza el progreso capitalista y transformador de la urbe.
Alabada por la crítica y respaldada por las ventas de sus imágenes, a finales de la década de 1950 la estadounidense cambia el sujeto de su mirada y comienza a documentar fenómenos científicos. Un proyecto que realiza en colaboración con el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y cuyo resultado acabará por ilustrar libros de texto de Física. Convertida así en fotógrafa de lo abstracto, combina la magia de los procesos de la naturaleza que pasan desapercibidos al ojo humano -como el recorrido de una pelota que rebota hasta en tres ocasiones en una misma superficie- con la efervescencia de sucesos cotidianos que se escapan a nuestra percepción.
Reconocida como la primera fotógrafa admitida en la American Academy of Arts and Letters, Abbott es el ejemplo de una mujer que miró de frente a los prejuicios de la época y plasmó la otra realidad, la de la sociedad que vivía al margen de los dictámenes y las normas, en un tiempo fugaz y cambiante que supo plasmar, siempre, detrás del objetivo.
Transformación, cambio y modernidad
La riqueza con la que captó con su cámara la fugacidad de la renovación de la ciudad y su época obliga a considerar la obra de Abbott como algo más que un mero “documento” o una “fotografía documental”.
La palabra que mejor describe la obra de Abbott es "modernidad", un término que imprime desde sus primeros retratos en el París de los años 20 a variopintos personajes, pasando por el cambio latente en la arquitectura y el carácter de la ciudad de Nueva York una década más tarde, hasta finalizar con sus instantáneas científicas, divulgativas a la par que renovadoras.
Bajo esta premisa se enmarca la exposición Berenice Abbott. Retratos de la modernidad, una muestra de Fundación MAPFRE que llega directa de Barcelona a la Sala Recoletos de Madrid y que, hasta el 25 de agosto, propone un exhaustivo recorrido por la trayectoria de la fotógrafa estadounidense, cuyo trabajo es uno de los más potentes de la primera mitad del siglo XX y que actúa de puente entre las vanguardias culturales de París y Nueva York de los años 20 y 30.
Vertebrada en tres secciones temáticas, la retrospectiva cuenta con casi 200 fotografías de la artista estadounidense, además de 11 instantáneas de Eugène Atget, la gran inspiración de Abbott y que ella misma positivó en 1956.
Además, con motivo de la exposición, Fundación MAPFRE proyectará el documental Berenice Abbott: A View of the 20th Century (1992). Producido por Kay Weaver y Martha Wheelock, la pieza fue filmada con una Berenice Abbott de más de 90 años, conduciéndonos a través del siglo XX por su trayectoria artística y humana
Self Portrait - Distortion, cap al 1930 [Autorretrato, distorsión, ca. 1930]. 16,8 x 13,7 cm, copia de 1945-1950 Courtesy Howard Greenberg Gallery © Getty Images/Berenice Abbott
Antes que fotógrafa, Berenice Abbott (Springfield, Ohie, 1898 - Monson, Maine, 1991) quiso ser periodista. Quizás para trasladar a palabras esa curiosidad por la realidad que le rodeaba, comenzó sus estudios correspondientes en 1917 en la Ohie State University, pero el sueño de plumilla le duró unos escasos meses.
Un año después, se traslada a Nueva York y recala en el Greenwich Village, un centro de encuentro de artistas e intelectuales del momento como Marcel Duchamp, con quien tiene contacto. La mágica y bohemia atmósfera acaba por maravillarla y decide probar su destreza artística a través de la escultura.
Tras este primer acercamiento, en 1920 Abbott cruza el charco y hace de París su nuevo hogar, ciudad donde comienza a trabajar como ayudante en el estudio de Man Ray. Este será un punto de inflexión para la joven estadounidense, quien acaba prendida definitivamente de la fotografía, una pasión que refuerza Eugène Atget.
La visión vanguardista de la Cultura
Fundación MAPFRE presume hoy de contar con una de las programaciones culturales privadas más ambiciosas del panorama artístico nacional, de la pintura clásica y revolucionaria a la fotografía más innovadora e histórica. El 2019 ha servido para sumar éxitos con las colecciones como De Chagall a Malèvich, el arte en revolución, la retrospectiva de Anthony Hernandez y la colección fotográfica de Berenice Abbott. La directora del área de Cultura Nadia Arroyo analiza el arte y la cultura desde la sede y su exposición permanente: el Espacio Miró.
Eugène Atget, 1927 33 x 26 cm, International Center of Photography, Purchase, with funds provided by the Lois and Bruce Zenkel Purchase Fund, 1984 (115.1984) © Getty Images/Berenice Abbott
Eugène Atget
La muestra Berenice Abbott. Retratos de la modernidad recoge 11 imágenes del fotógrafo Eugène Atget, una figura esencial para entender la obra de la estadounidense.
Cuando Abbott conoce a Atget a su llegada a París, queda impresionada por su obra, una situación por la que se creará un vínculo muy especial de admiración entre ambos. Los matices que esta admira en el trabajo de Atget influenciarán toda su obra posterior.
Tras la muerte de Atget en 1927, Abbott adquiere todo su archivo personal y se dedicará a promocionarlo, exponiéndolo y fomentando su coleccionismo en Estados Unidos, convirtiéndose en una figura clave para su legado.
Una mirada diferente
Durante su estancia en París, en 1926 Berenice consigue establecerse como fotógrafa independiente y sus obras, retratos de las figuras más representativas de la escena cultural y artística del momento, comienzan a tomar relevancia entre la crítica y el público.
James Joyce, Janet Flanner, Peggy Guggenheim, Cocteau, André Gide, Hopper... personajes influyentes y rompedores, así eran los protagonistas de los retratos de Abbott en París. Las mismas imágenes que integran la primera sección de la muestra.
Si algo llama la atención de esta colección de imágenes es la actitud de los personajes, que posan despojados de convencionalismos y desafiantes ante la cámara. Las mujeres posan en actitud andrógina, alejadas del modelo femenino que exige su tiempo; mientras que los hombres dejan de lado el modelo de masculinidad y exploran otras formas de mostrarse al mundo, diferentes de la clásica distinción binaria de géneros.
Con la selección de estos retratos, Abbott no solo está creando un archivo de "lo moderno", sino que deja al público entrar en su espacio personal, ya que la colección es, en parte, autobiográfica. La estadounidense forma parte en aquellos tiempos de un grupo autodenominado "las nuevas mujeres", formado por un conjunto de féminas de la esfera cultural que decidieron aunar fuerzas para vivir al margen de los roles preestablecidos sin renunciar a su libertad.
Janet Flanner en París, 1927 25,4 x 20,3 cm, The Miriam and Ira D. Wallach Division of Art, Prints and Photographs, Photography Collection. The New York Public Library, Astor, Lenox and Tilden Foundations
© Getty Images/Berenice Abbott
George Antheil, 1927. 17,3 x 12,4 cm The Miriam and Ira D. Wallach Division of Art, Prints and Photographs, Photography Collection. The New York Library, Astor, Lenox and Tilden Foundations © Getty Images/Berenice Abbott
La Gran Manzana
El Rockefeller Center, cap al 1932 [Rockefeller Center, ca. 1932] 17,8 x 16,8 cm
Black Dog Courtesy Howard Greenberg Gallery © Getty Images/Berenice Abbott
Abbott regresa a Nueva York en 1929 en un contexto socioeconómico complicado. Aquí, la fotógrafa se embarcará en su mayor proyecto: retratar la expansión, el crecimiento y el cambio de la ciudad a través de su lente. Un trabajo en el que se embarcará sola en un principio y que más tarde, en 1935, será respaldado con la financiación del programa Federal Art Project, con un contrato que le permite dedicarse a tiempo completo a la serie.
De París a Nueva York, de las figuras culturales a las calles de La Gran Manzana. La vida y los protagonistas del objetivo de Abbott cambian en esta nueva etapa, que abre la segunda sección de la muestra. Ahora, la fotógrafa retrata la arquitectura incipiente de la que será la moderna urbe de los rascacielos que conocemos a día de hoy.
Vista aérea de Nueva York de noche, 20 de marzo de 1936 Aerial view of New York at Night. 58,4 x 45,7 cm International Center of Photography, Gift of Daniel, Richard and Jonathan Logan, 1984 (786.1984)
© Getty Images/Berenice Abbott
Aglomeraciones, ciudadanos moldeados por la estructura de la gran ciudad, los majestuosos edificios que se erigen imponentes hacia las nubes y la cara menos fotogénica y la más invisible: la de los sintecho y los abandonados por el sistema capitalista, que comienza a fallar en el momento de La Gran Depresión.
"No soy una chica decente. Soy fotógrafa y voy a cualquier sitio", decía la propia Abbott de su trabajo. Y razón no le faltaba. En sus imágenes, de ángulos imposibles y originales perspectivas, se aprecia el esfuerzo de la estadounidense por imponer su mirada y encontrar la instantánea perfecta, aquella que ya se había imaginado previamente.
Berenice demuestra en esta serie, más que en ninguna otra, el ojo moderno que posee. Su capacidad de retratar un cambio efímero pero latente en la ciudad, sin dejar de lado su lado más humano.
En estas instantáneas, Nueva York se convierte en un ser vivo y abandona su estado de urbe en construcción. Un archivo documental que actualmente es un tesoro, ya que narra la transformación de una de las ciudades más importantes del siglo y plasma la apariencia de lugares emblemáticos ya desaparecidos, así como de otros que continúan siendo zonas de referencia.
Perspectiva científica
A finales de los años 50, Abbott deja atrás la magnitud de los rascacielos y comienza a enfocar su mirada hacia los fenómenos que pasan desapercibidos para el ojo humano.
El movimiento de un péndulo, los arcos que describe en el espacio una pelota al rebotar en varias ocasiones, cómo la luz atraviesa un prisma, las ondas del agua o los campos magnéticos.
A partir de esta tercera sección de la muestra, la fotógrafa se centra en lo inexplorado, dando rienda suelta a su imaginación y descubriendo otro lado de la realidad que permanece oculto.
Como parte del Physical Science Study Committee (PSSC) del Massachusetts Institute of Technology (MIT), institución que custodia a día de hoy la gran mayoría de estas instantáneas de Abbott, la fotógrafa montó sobre un soporte de masonita sin protección delantera varias de estas imágenes.
Así se exponen 16 de estas 28 fotografías en la exposición de Fundación MAPFRE, que han sido cedidas por el MIT Museum.
Esta serie es otra demostración más de la dualidad en la mirada de Abbott: una parte más documental que sirvió, además, para ilustrar libros de texto de Física; que se entremezcla con la parte más imaginativa de Berenice.
Pelota rebotando en arcos decrecientes, 1958-1961 A Bouncing Ball in Diminshing Arcs. 54,6 x 45,7 cm, fotografía sin protección montada sobre masonita.
Berenice Abbott Collection, MIT Museum. Gift of Ronald and Carol Kurtz
© Getty Images/Berenice Abbott
DATOS ÚTILES
Berenice Abbott. Retratos de la modernidad
Comisariado por Estrella de Diego, catedrática de Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; The New york Public Library; George Eastman Museum; Howard Greenberg Gallery; International Center of photography; MIT Museum y Museum of the City of New York
Producción: Fundación MAPFRE
Cuándo: Hasta el 25 de agosto
Dónde: En Sala Fundación MAPFRE Recoletos (Paseo de Recoletos, 23. Madrid)
Entradas: 3 euros. Visitas guiadas: 5 euros
DOCUMENTAL
Berenice Abbott: A View of the 20th Century (1992)
Lunes: cada hora, entre 14.30 y 18.30 h (último pase)
De martes a sábado: cada hora, entre 10.30 y 18.30 h (último pase)
Domingos y festivos: cada hora, entre 11.30 y 17.30 h (último pase)
Bluemedia Studio para Fundación MAPFRE.