Los inicios del 'crowdfunding'
A través de su revista, Muga navegó contracorriente, defendiendo el fútbol femenino y animando a todos los lectores a ayudarle en su tarea
La historia del fútbol femenino comenzó con un puñado de jugadoras valientes y un organizador que lo dio todo por hacerlas triunfar
El comienzo de la historia es muy simple, de esas que merecen la pena contar y que la gente recuerde. Ellas querían jugar al fútbol, les divertía y no hacían daño a nadie. El guión se complica al situar el escenario y contextualizar: estamos en España y es 1970, con el caudillo vivo y coleando y un país abriendo ligeramente sus ventanas pero aún con ese olor a cerrado que tanto cuesta quitar.
Para frustrar cualquier aspiración está la Sección Femenina, un ministerio con Pilar Primo de Rivera al frente y que escribe al dictado los renglones de una vida de mujer como Dios manda: casa, iglesia, marido, hijos. ¿Dónde van esas locas con pantalones cortos y camisetas ajustadas? ¿Eso que golpean es un balón? ¿Pero cómo se atreven a correr? Así no podrán tener hijos. Conchi, Victoria, Fuentes, Quilla... qué locas estas chicas, qué osadas.
Rafael, mientras, apenas ha superado la mayoría de edad y ya dirige un colegio en Extremadura. Como otros tantos, arma el petate y se viene 'pa' Madrid con 22 años, donde logra una plaza en la administración y emplea cada tarde en cultivar una habilidad innata: la organización. "Se me daba bien, tenía contactos, me sabía mover... creo que era bueno organizando", recordará casi 50 años después, sentado en las gradas del campo de Villaverde, aquellas gradas que si hablaran... Otro loco Rafael, ¡pues no se le ocurrió organizar un 8 de diciembre de 1970 el primero partido de fútbol femenino en España...! Se enfrentarían, en aquel campo de Villaverde que aún hoy mantiene aquella esencia, el Mercacredit y el Sizam. Al dueño de este último, por mucho que intentara disimular el nombre del club con esa m final y dándole la vuelta a las letras, se le olía a distancia sus poco democráticos ideales.
Las jugadoras fueron saliendo como hormigas de su madriguera. Llegaban los padres y le contaban a Rafael que su hija era muy buena, que jugaba al fútbol con sus hermanos o con todos los chicos del barrio. Un día antes del partido, el mundo seguía su curso: los voluntarios del club pegaban folletos anunciando el duelo, la comandancia de la Guardia Civil elegía a la pareja de agentes que se acercarían a vigilar el asunto, por si acaso, Rafael convencía a Vicente Manzaneque para que fuera el árbitro que pasaría a la historia y un padre se marchaba a la Puerta del Sol con su hija Conchi para comprarle sus primeras botas de fútbol, completamente negras, por supuesto, que hablamos de 1970 y no hay colores chillones ni gaitas. La niña, 13 años, durmió con el regalo puesto.
El 8 de diciembre amaneció gris, gélido y con la nieve pidiendo paso. Los alrededores del campo, un erial por el que apenas cruzaban raudos trabajadores de la fábrica de ascensores y los autobuses que tenían parada frente al bar de la esquina, que calentaba almas y cuerpo con carajillos y anís del mono.
Solo unos pocos curiosos aguardaban en la taquilla cuando las jugadoras de ambos equipos llegaron al campo. Y que la historia la siga contando Rafa, Don Rafael Muga: "Al principio no había ni 50 personas, pero poco a poco fue llegando la gente, se fue acumulando en las taquillas y comenzó a formarse un tapón. Yo decidí que las entradas costasen todas por igual, 25 pesetas y cuando el árbitro pito el inicio del partido hubo una avalancha. El campo se había quedado pequeño, había miles de personas".
El Sizam terminó goleando 5-1, fue muy superior a su rival, y encima contaba en sus filas con una niña de 13 años que estrenaba sus botas y quería comerse el mundo. Conchi se llamaba, Conchi Amaro comenzaron a llamarla desde entonces. Marcó los cinco goles de su equipo.
Muga no tuvo tiempo ni para celebrarlo, pues del campo viajó al cuartelillo: "La pareja de guardias civiles me reclamó para ir a la Comandancia, yo estaba acojonado y fui con mucha gente del equipo, por si acaso. No sabía lo que me iban a hacer y me temía cualquier cosa. Al final me trataron muy bien y no hubo problema, pero el comandante del puesto apenas se lo creía: '¿Pero de verdad ha organizado usted un partido de fútbol con mujeres?' Recuerden, 1970.
El camino marcado continuó entre baches. "Muchas más chicas vinieron a jugar desde aquel momento. De muchos barrios, de todo Madrid y fuimos organizando torneos muy poco a poco", recuerda Rafael, que apenas olvida una fecha o un apellido, utilizando la primera persona en contadas ocasiones. "Todo seguía siendo muy difícil, las chicas le ponían mucha ilusión, logramos hacer los dos primeros contratos profesionales a dos mujeres: Conchi y Victoria Hernández, dos auténticas cracks, pero había muchas cosas en contra".
Un partido, vale, pero la gracia no debía continuar. "Rogamos se abstenga de promover toda actividad relacionada con el fútbol femenino por no lograr la aquiescencia de la seccion femenina", rezaba la carta con sello oficial que llegó poco después a manos de Muga, que mantuvo aquella orden en secreto, mientras luchaba desde su revista en busca del apoyo popular. La propia cultura patria, siempre tan proclive a lo rancio y cutre, tampoco ayudó, con aquel partido entre 'Las Folclóricas' y 'Las Finolis', con Rocío Jurado, Marujita Díaz o Lola Flores en el once inicial, y la inefable película de Pedro Masó, 'Las Ibéricas', made in Cine de Barrio. "Aquello no nos vino muy bien, no", recuerda Rafael.
A través de su revista, Muga navegó contracorriente, defendiendo el fútbol femenino y animando a todos los lectores a ayudarle en su tarea
El fútbol femenino siguió su curso, llenando campos pero siempre con un cierto aroma de clandestinidad. También Muga fue el encargado de formar la primera selección española femenina, que se estrenó ante Portugal un 21 de febrero de 1971 en La Condomina y con el presidente de la federación murciana, Manuel Cerezuela, en plena calle intentando que la gente no entrara al campo para poder suspender aquella tropelía. Las órdenes llegaban de arriba. Otro pasito, otra historia que contar.
El asunto cambiaba más allá de los Pirineos, donde las hazañas de las jugadoras recibían el asombro y reconocimiento merecido. "En Italia televisaban los partidos femeninos, en Francia había auténticos equipazos y hasta allí viajábamos nosotros y jugábamos como podíamos. Las chicas no podían ni escuchar su himno ni llevar el escudo en el pecho".
La década clandestina, plagada de memorias y recuerdos, entonces dañinos y ahora cariñosos (que el tiempo casi todo lo cura y suaviza), llegó a su fin un 21 de octubre de 1980. 'El fútbol femenino, admitido en la Federación Española', tituló aquel día ABC. Muga recibió la llamada de la federación y voló raudo a la sede de Alberto Bosch, donde le comunicaron que al frente de todo iban a poner a un especialista en... fútbol-sala.
Tras una década de esfuerzo cuesta arriba, Muga se apartó del camino, ya muy avanzado. Limitó sus apariciones a las gradas de cualquier campo donde se jugase un partido femenino y tampoco la Federación le pidió apenas consejo. Ya saben, 'es de bien nacidos ser desagradecidos'. Él se fue a su casa, sin más, contento: “Yo no necesito reconocimiento ni lo quiero, creo que simplemente hice lo que tenía que hacer y estoy contento. Yo solo las ayudé”. Y ahí queda su historia, la de Rafael y aquellas chicas que jugaron al fútbol hace ya tanto... Una historia para recordar, como diría Tyrion.
Desde joven, Muga se dedicó a su pasión, organizar y luchar por la supervivencia del fútbol femenino: "Creo que ellas se lo merecían".