Ángela Sosa todavía sonríe cuando cuenta que, en su caso, el fútbol es algo innato. Creció rodeada de equipaciones y balones, y se unió a su primer equipo cuando tenía tan solo cuatro años. "Nunca pensé en ser o no profesional, solo sabía que era lo que más me llenaba en la vida", explica.
Su caso recuerda al de Isabel Fuentes, centrocampista en la primera Selección Femenina hace ya medio siglo; como ella, el apoyo de su padre y su hermano, dedicados también al fútbol, ha sido vital. Su empatía con aquellas pioneras va más allá del fútbol: Es consciente de lo que ellas vivieron como mujeres porque, aunque a menor escala, también se ha enfrentado a ello. "Mi padre ha tenido que aguantar en campos de fútbol que a su niña pequeña, con siete u ocho años, le dijeran de todo", cuenta.
Recuerda, hoy de forma anecdótica, uno de los episodios que más le dolió. "Cuando todavía jugaba con chicos, me llamó la selección sevillana. La de chicos", aclara. "Jugué con ellos, estuve en entrenamientos y al final, creo que por ser la única chica, y porque ellos no quisieron romper esa barrera, me quedé fuera del campeonato. Llegué con una llorera a casa...".
Pero los tiempos avanzan, y ella lo vive en primera persona. Porque las niñas ya no quieren ser Messi o Cristiano: ahora imitan a Meseguer, a Paños, a Ouahabi, a Sosa. Ven referentes en las jugadoras de primera división que, jaleadas por un público creciente desde las gradas, sueñan a lo grande. "Las más pequeñas, las chicas de la cantera, se ven reflejadas en todas mis compañeras", afirma Ángela. "Quieren ser la 10 de mi equipo, la 8, la 9 o cualquier número. Es lo que nos llena de felicidad: ver que eres su ejemplo".
Nuevos tiempos
El caso de Ángela es perfecto para demostrar que las cosas están cambiando. "Está claro que el fútbol femenino ha avanzado muchísimo en los últimos años, tanto en medios como en la gente que se vuelca en venir a vernos. Todavía queda mucho por crecer, pero todo va a ir hacia arriba", apunta.
La centrocampista no olvida sus raíces; ni las familiares ni las profesionales, que tiene siempre presentes. "Las pioneras marcaron un antes y un después. Nosotras, hoy en día, tenemos de todo a pesar de que siga creciendo, y ha sido gracias a ellas", afirma, visiblemente emocionada. A pesar de que las condiciones están lejos de las de sus compañeros hombres, lo cierto es que la pasión por el césped combinada con talento sí permitió que Sosa se profesionalizara, como tantas otras compañeras. Creció en la cantera del Sporting de Huelva y fue en su ciudad natal, Sevilla, donde comenzó a vestir la elástica del primer equipo.
Con 14 años, todavía no podía adivinar la carrera que tenía por delante: Cuatro temporadas en el Sevilla y una en el Sporting fueron más que suficientes para convertirse en una de las grandes promesas del fútbol femenino. Tras una gran racha en el conjunto onubense, el Atleti levantó el teléfono. "Fue un club que siempre vi desde abajo hacia arriba; nunca me había visto en él", cuenta la andaluza. "Esa llamada marcó mi carrera deportiva".
Por primera vez, Ángela tuvo que enfrentarse a un fichaje fuera de su tierra natal. Entre risas, recuerda que se mudó a Madrid "empujada" por su padre. "Fue una medio obligación el hecho de marcharme de casa con solo 19 años", apunta, "pero sin eso, no habría vivido todo lo que estoy viviendo". Al fin y al cabo, su familia seguía cerca: desde la grada del Vicente Calderón, todavía estadio del Atlético, celebraron en 2014 su primer gol en el conjunto rojiblanco.
La importancia del apoyo
Aunque el gran aliento de Ángela siempre ha sido su familia, sabe que eso es solo el inicio: para que el fútbol femenino siga creciendo, es necesario que el apoyo se extienda a los medios y a las gradas. Ella no está convocada para el próximo mundial -su ausencia en la lista de las 23 fue sonada-, pero resalta la importancia de la competición que tendrá lugar a partir del 7 de junio. "Al final, un mundial es el acontecimiento más alto de cualquier deporte. Confío en que tendrá el reconocimiento que merece", apunta.
Desde dentro, Sosa se apoya en la normalización como clave. "Es necesario hacerlo todo más normal, desde nosotras hasta los medios, las familias y los propios niños, padres y abuelos. Si se normaliza, la gente empezará a volcarse, comenzarán a venir a los partidos".
¿Y los que se oponen a esa importancia creciente? "A veces, la gente piensa que el fútbol femenino es otra cosa porque, simplemente, no se han acercado a un campo a vernos competir", apunta la centrocampista. Y lanza un mensaje, emocionada, a las chicas que empiezan: "Disfrutad y no penséis en nada más. Lo que soñáis se puede cumplir; que no haya nadie que os diga lo contrario por ser mujeres. Eso es muy antiguo, eso ya no se lleva".
La número 7 del Atlético incide en otro punto interesante: el fútbol femenino no se ha igualado, pero ha conseguido un avance debido, entre otras cosas, "al alto seguimiento" que ya tenían sus compañeros; pero hay que mirar más allá: "ojalá, en algún momento, todos los deportes en el ámbito femenino sigan creciendo hasta llegar al punto que merecen".
Un especial de BLUEMEDIA STUDIO realizado por: Bea Langreo (textos y entrevistas), Pablo Ballesteros (vídeo). Proyecto: Fedra Valderrey y Raúl Rodríguez.