El balón, siempre el balón
Puede resultar exagerado, pero sus primeros recuerdos de vida los asocia al balón, a sus constantes pelotazos en el pasillo de la casa de sus tíos, en los partidillos de la Plaza de San Ildefonso con todos los chicos. «Me cuidaban bastante, porque nuestros padres eran muy amigos. Era como tener guardaespaldas, aunque siempre elegían a los peores antes que a mí o a mi hermana». Conchi apenas levantaba metro y medio del suelo y ya tenía claro que su futuro pasaba por dar patadas a un balón. "Desde pequeña me gustó, no tengo claro por qué, pero creo que se me daba muy bien", recuerda ahora Concepción Sánchez Freire, 'Conchi Amancio', la primera gran estrella del fútbol femenino español.
Los cinco goles del primer partido
«Mi familia siempre me ayudó y mi padre, que era futbolista, fue conmigo a la Puerta del Sol a comprar unas botas negras, que costarían unas 300 pesetas, muchísimo dinero para aquella época». La noche anterior al famoso partido de Boetticher, Conchi durmió con las botas puestas. Lo que pasó después es historia: «Fui con mi hermana al campo y cuando llegamos apenas había gente. Luego justo cinco minutos antes ya estaba lleno. Fue una experiencia increíble que nunca olvidaré y que pasó a la historia".
«No había mucho nivel porque había niñas que no sabían jugar así que pude hacer un buen partido y marcar los cinco goles». La gente se volvió loca con aquella cría: había nacido una estrella y Rafael Muga lo vio desde el principio, redactando a Conchi el primer contrato profesional de una futbolista.
Sus primeros pasos
Conchi apenas jugó en España y no tardó en hacer las Américas en Italia e Inglaterra. Comenzaba su gran aventura
5.000 pesetas al año
Conchi y Victoria eran las dos grandes estrellas del fútbol madrileño en los principios de los años 70, y como tal se puede decir fueron tratadas. Fueron pioneras jugando, marcando y también en firmar su primer contrato en el fútbol profesional.
Lo hicieron en el Olímpico de Villaverde, de la mano del omnipresente Muga: 400 pesetas por cada partido jugada, 5.000 al año y, especialmente, un seguro ante cualquier posible lesión. Este detalle no fue baladí, pues precisamente una lesión y la carencia de seguro frustró buena parte de la carrera de Conchi en el extranjero.
"En aquellos momentos todo era ilusión. Imagínate, en 1970 y firmando un contrato profesional para jugar al fútbol, una mujer", recuerda con cariño Conchi". No le falta razón, tanto ella como Muga fueron dos pioneros en trazar el camino por el que deberían circular después muchas y muchas chicas con los mismos sueños que ella.
Tras aquel famoso partido de Boetticher, Conchi jugó un par de años en Madrid, entrenándose como podían, compaginando el balón con sus pinitos en la peluquería, ayudando a su familia y ganándose la vida.
Rumbo a Italia e Inglaterra
Tenía 13 años y Conchi Amancio ya se había hecho un nombre en el mundillo futbolístico. Dos años después, todavía una cría, hizo las maletas rumbo a Italia, donde pasaría a cobrar 450 euros. «La situación en España era muy difícil y teníamos que luchar contra muchos obstáculos. No reconocían a la selección española, no podíamos escuchar el himno, así que me fui».
En su periplo internacional, Conchi Amancio (cuenta que el apodo se lo pusieron por su forma de regatear, parecida a la del histórico madridista), pasó por Italia y después puso rumbo a Inglaterra, donde vive actualmente. «Quiero poner una escuela de idiomas en Bristol, pero no sé todavía cómo me afectará el brexit, así que quiero echar números y ver qué pasa».
Conchi, que ha perdido el contacto con las otras pioneras y con Rafael Muga, guarda todavía un poco de resquemor: «Creo que abrí las puertas y la Federación nunca ha reconocido mi carrera». Eso sí, la ilusión cuando llega a España está intacta: «Pongo la televisión el fútbol femenino y me encanta verlo».
Es inevitable no volver la vista atrás y recordar el camino, ahora ya asfaltado, y antes lleno de baches. "Fui una pionera, pero no estaba loca. Me encantaba el fútbol".