En 1886, los científicos Oskar Minkowski y Josef Mering descubrieron la importancia del páncreas como glándula que controlaba la glucosa en sangre, hecho que sentó las bases para impulsar el tratamiento de la diabetes. En la década de los 60, el microbiólogo Maurice Hilleman desarrolló una serie de vacunas para hacer frente a enfermedades tan significativas como el sarampión, la hepatitis A, la varicela o la meningitis, lo que permitió salvar decenas de millones de vidas desde entonces. En 2011 se aprobó el primer fármaco inmunoterápico para tratar un melanoma metastásico, abriéndose así la puerta a una terapia que ya ha reducido el riesgo de muerte por cáncer hasta un 30%.
Estos son solo algunos de los argumentos que justifican sobradamente la importancia de la investigación biomédica y cómo los ensayos clínicos, los estudios preclínicos y las investigaciones galénicas -relativas a los medicamentos- resultan fundamentales para el avance de la medicina actual y para la mejora de la salud de la población mundial. Identificar los síntomas de una dolencia o dar con el tratamiento o fármaco adecuado para combatirla fortalece además al sistema sanitario y supone un motor de crecimiento para la sociedad del futuro.
Y España es un referente para ello: en los últimos quince años, nuestro país se ha situado como uno de los que mejores condiciones presenta para acoger proyectos de I+D biomédica y farmacéutica, tanto nacionales como internacionales. Así, un tercio de ensayos clínicos que se realizan en Europa tienen participación española y para algunas compañías nuestro país es la segunda opción para realizar estos estudios, solo por detrás de Estados Unidos.
Ello se debe en gran medida a la facilidad existente en lo que se refiere a cuestiones legales -como el Real Decreto de Ensayos Clínicos de 2016, que reduce los plazos para iniciar los proyectos hasta en un 30%, según datos de 2018- y al impulso de la industria farmacéutica, que -según revela Farmaindustria- en 2017 aportó 662 millones de euros de inversión a la realización de ensayos clínicos en España, duplicando la cifra de 2005 y manteniendo un incremento sostenido del 7% anual.
Esta inversión en investigación y desarrollo, realizada también en colaboración con hospitales y centros públicos y privados, se ha convertido así en el principal dinamizador del tejido investigador en España, generando conocimiento y un aumento del empleo cualificado en el sector (un 7,1% en los últimos trece años).
¿CÓMO SE REPARTE LA INVERSIÓN EN INVESTIGACIÓN CLÍNICA?
Los ensayos clínicos abordan cuatro fases: la fase I, que determina el modo de acción del nuevo fármaco en el ser humano y que absorbe un 14,5% de la inversión en investigación clínica; y la fase II, con un 21,5% de la inversión, que analiza la eficacia y la seguridad del mismo y es la más compleja desde el punto de vista de investigación, pues permite el acceso de los pacientes a las nuevas terapias. Por otra parte, la fase III compara la seguridad y eficacia del nuevo tratamiento y es la que copa el mayor porcentaje de inversión, con un 54,6%. Por último, la fase IV, que son los ensayos que se realizan después de que el fármaco haya sido aprobado, que supone un 9,4% de los recursos destinados.
El gasto en investigación clínica llevado a cabo por la industria farmacéutica ha aumentado a un ritmo medio de 4,9% en los últimos 10 años.
EL FUTURO DEL SECTOR
Desde 2004, se han impulsado en España más de 7.000 ensayos con fármacos innovadores. El proyecto BEST, una iniciativa estratégica para fomentar la excelencia en la investigación clínica impulsada por la industria farmacéutica; la Iniciativa europea de Medicamentos Innovadores (IMI); o el programa Farma-Biotech, que conecta a investigadores con compañías farmacéuticas, son solo algunos ejemplos del compromiso de la industria con la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos, tanto en el ámbito privado como público.
Ante una situación tan prometedora, y dado el reciente desarrollo de las terapias génicas y celulares y la cada vez mayor comprensión de los fenómenos bioquímicos y fisiológicos, así como la identificación de nuevas dianas terapéuticas, España no solo se convierte en un polo de atracción internacional para el I+D, sino que pone de relieve las claves para estar en la vanguardia de la medicina de precisión.
Ante una situación tan prometedora, y dado el reciente desarrollo de las terapias génicas y celulares y la cada vez mayor comprensión de los fenómenos bioquímicos y fisiológicos, así como la identificación de nuevas dianas terapéuticas, España no solo se convierte en un polo de atracción internacional para el I+D, sino que pone de relieve las claves para estar en la vanguardia de la medicina de precisión.
Para poder seguir avanzando y consolidando esta posición es fundamental la implicación de todos los agentes (administraciones públicas, profesionales sanitarios, industria farmacéutica y pacientes) y hacer frente a los grandes retos que este desarrollo plantea: la revolución en biotecnología a través de nuevas terapias moleculares, genéticas y celulares, que están transformando el tratamiento de la enfermedad; la digitalización; una mayor inversión en la sanidad pública (ahora representa el 6% del PIB en España, mientras que la media europea se sitúa en el 7%); abordar un cambio estructural en el modelo de financiación y reembolso de los nuevos medicamentos, y desterrar los argumentos que sostienen que los nuevos fármacos perjudican al sistema sanitario.
Proyecto realizado por BlueMedia Studio con el apoyo de Farmaindustria.