El olímpico gallego que paró su barco para limpiar el mar

El regatista Iago López es un reflejo de la pasión por la naturaleza. Entrena y compite como profesional y ha emprendido una cruzada contra los residuos para concienciar a la sociedad. Su última acción: limpiar Portosín, su pueblo natal


AMARÁS es una serie editorial sobre deportistas anónimos que narran su vínculo con el mar y su acción voluntaria por mantener las playas limpias de residuos plásticos

Portosín es un pequeño pueblo de pescadores de La Coruña, una tierra en la que viven menos de 600 habitantes, privilegiados amantes del mar entre los que destaca Iago López Marra. Nacido en esta zona gallega hace 29 años, comenzó su carrera como regatista olímpico en las aguas de su villa y, desde entonces, su amor por las mismas no ha parado de crecer. Tampoco lo han hecho sus ganas de cuidarlas, acción que ahora hace a tiempo completo con la recogida de plásticos.

Si hace seis años ni siquiera recaía en esos residuos, ahora no puede ignorarlo. “Estoy un poco… no sé si ‘obsesionado’ es la palabra, pero sí picándome conmigo mismo”, asegura con determinación en la voz. El plástico se ha convertido en su nuevo quebradero de cabeza y está dispuesto a eliminarlo del mar que tanto ama, incluso si tiene que interrumpir sus entrenamientos, tal y como cuenta mientras se le escapa la risa: “Mi entrenador olímpico se enfadó conmigo porque estábamos en una regata en Japón y si veía un plástico, lo recogía; echaba la mano al agua y lo cogía. No paraba. Pero es que lo voy a hacer, no es que esté menos concentrado, es que me preocupa el agua”.

Iago con la clase 420, la primera con la que compitió con su compañero Nico.

Esa preocupación por el mar se fue fraguando poco a poco en su pueblo natal. Foco de turismo estival, el club náutico de Portosín lo convierte en un enclave muy importante para el deporte y, aunque el mar siempre ha estado ligado a su vida, probó tarde la vela. De hecho, fue el presidente del club quien animó a su padre para que él y su hermana se iniciasen como regatistas. Con ella no hubo suerte, pero a Iago le cambió para siempre. “Desde aquel día vi que era un deporte que me llenaba muchísimo, que quería hacerlo toda la vida”, recuerda al otro lado del teléfono.

Mientras la gente comenzaba a navegar a los siete u ocho años, Iago se subió a una embarcación por primera vez con 12. Lejos de ser una desventaja, confiesa que esa diferencia le ayudó a engancharse al deporte sin renunciar a su niñez. Cuando sus futuros competidores entrenaban de manera incansable muy jóvenes, él salía de acampada y jugaba con gente de su edad. La vela podía esperar.

A diferencia de otros deportistas de élite, Iago confiesa que nunca destacó sobre el resto: “No era el que mejor resultados tenía, pero era el típico que estaba todo el día intentándolo. Me encanta navegar, superarme”. Y, a base de esfuerzo, cuando cumplió la mayoría de edad se fue de Portosín a Santander estudiar, siempre con el mar en sus objetivos. Allí odía compaginar sus estudios con la navegación.

Dentro del Optimist, el primer barco con el que comenzó a competir.

"Intentas buscar la forma de pasar más tiempo con el mar". 

“No hubo un momento en el que dijese: ‘ahora me quiero dedicar profesionalmente a esto’. Creo que te gusta e intentas buscar la forma de pasar más tiempo con el mar”. Esa pasión por el agua le llevó a compartir horas de vela en Santander con el resto del entonces equipo olímpico español, donde conoció a Diego Botín, su actual compañero.

En diciembre de 2014 viajaron hasta Río de Janeiro “y sin darnos cuenta llegamos allí con la presa bastante joven”, rememora Iago. Su química se hizo pronto visible, se materializó en puntos y en un trabajo que continúa en la actualidad. Pero el viaje a Brasil fue además un punto de inflexión para el gallego, quien se dio cuenta de una preocupante realidad: “Había veces en las que teníamos que parar el barco porque el plástico que había en el agua se quedaba enganchado. Eso me hizo pensar”. Desesperanzado, decidió tomar acción y cuidar del mar que tanto amaba.

Incluso en su tiempo de ocio, cuando disfruta de otros deportes, va equipado para limpiar el mar. Cuando surfea, mete los residuos en un bolsillo del traje de neopreno, y navegando los guarda debajo de la licra o se los da directamente al entrenador, que a su vez los guarda en una bolsa que ha juntado a la lancha y que actúa como red de plásticos.

Para proteger lo que más quiere, junto a sus compañeros de la vela olímpica intenta concienciar a la sociedad con el uso de botellas reutilizables y campañas para limpiar playas, como la que tuvo lugar en octubre en su tierra.

Iago organizó junto a la regatista brasileña Kahena Kunze una jornada medioambiental bajo el lema Por una mar máis limpia para concienciar a los vecinos de Portosín de los daños que origina la presencia del plástico en el mar. Una iniciativa que comenzó con una charla y terminó con una recogida de plásticos en la playa de Coira, todo un éxito de convocatoria y participación.

"Había veces que teníamos que parar el barco porque el plástico se quedaba enganchado"

El gallego asegura que “la gente no solo dice que sí, sino que quiere unirse al movimiento”, algo que pudo comprobar unos meses atrás con otra limpieza: “A la semana siguiente la gente me mandaba fotos con sus nuevas botellas reutilizables”, dice con orgullo.

Ese esfuerzo por erradicar los residuos marinos es reflejo directo de un amor por el mar que no tiene límites y del que no se cansa. “El mar para mí lo es todo. Tengo la suerte de que cuando vengo de un campeonato mundial o de una regata importante, lo primero que hago al llegar a casa es ir a decirle hola al mar”, incluso antes que a sus padres.

Quizás, por eso, para Iago no hay nada más importante en el mundo que mantener limpio lo más importante de su vida. “Es una pena, al final solo tenemos un mundo y tenemos que cuidarlo si queremos que dure”, y advierte: “Para eso, hay que actuar ya”.

El compromiso de Coca-Cola con el cuidado de nuestras costas se tradujo en 2018 en la creación del programa Mares Circulares, mediante el cual se limpian más de 80 playas y entornos acuáticos en colaboración con 170 ONG, organismos y entidades y más de 5.500 voluntarios. 

BlueMedia Studio para Coca-Cola

Texto: María Toro. Fotografía: Iago López, Sailing Energy. Proyecto: Fedra Valderrey.